domingo, 4 de abril de 2010

Los dos Cristobal de Molina

Existieron dos personas con idéntica afición: el estudio de las antigüedades del país conquistado; un mismo ideal: la conservación, el bienestar y la civilización de la población indígena; igual profesión: la religiosa, y que, por coincidencia en tiempos en que la ola española invasora era aun tan rala, llevaban el mismo nombre: los dos fueron clérigos y se llamaron Cristóbal de Molina. Y esta fue causa para que los bibliógrafos e historiógrafos del siglo XIX y de este en que vivimos, hayan confundido lamentablemente la personalidad de ambos, haciendo de los dos una sola persona, y adjudicándoles, recíprocamente, los hechos y las obras del uno al otro. Existe una resaltante diferencia entre el estilo castizo y casi correcto del uno, y atolondrado e incorrecto del otro; la vida agitada y aventurera del uno, el “almagrista”, y la existencia apacible, casi burguesa del otro el “cuzqueño”, entregado a la enseñanza y conversión de rebaños espirituales de indios. Tales relaciones no podían ser obra de una misma mano ni fruto de un mismo intelecto, pues una de ellas muestra profundo conocimiento de la lengua indígena e ignorancia de la propia, mientras la otra, conocimiento de la propia e ignorancia de la indígena.

La afirmación del Obispo de Medellín-dice- por una parte, y la muerte de Molina en Santiago, parecen indicar que hubiera sido distinta persona de un Cristóbal de Molina, cura de la parroquia de Nuestra Señora de los Remedios del Hospital de los naturales del Cuzco, autor de una relación de las fábulas y ritos de los incas, dedicada al obispo del Cuzco don Sebastián de Lartaun.

Sobre Cristóbal de Molina el “cuzqueño”, no se sabe mucho, fue un mestizo, hijo tal vez de Francisco de Molina, que vino a raíz de la conquista, viajo por el país y se estableció en Lima, donde recibió las ordenes eclesiásticas entre los años 1545 y 1550, en que le encontramos de capellán del hospital de españoles de esta ciudad, nacido probablemente en el Cuzco, donde quedo radicado para siempre. Su profundo conocimiento del quechua, quizá lengua materna y las pocas relaciones con Elio Antonio el nebrisense y Juan del Encina, que demuestran sus escritos, prueban nuestro aserto. De boca de Molina sabemos que fue cura de la parroquia de Nuestra Señora de los Remedios del Hospital de los naturales del Cuzco, sin decir desde cuando ni hasta cuando ejerció allí su sagrado ministerio y que “tenia buenos salarios e acomodación con que se sustentaba. Molina percibía 150 pesos anualmente de salario por la predicción del evangelio a los naturales de la ciudad del Cuzco, pues era “muy buena lengua”, un excelente hablista quechua.

Cristóbal de Molina, a quien hemos llamado el almagrista, vio la luz e 1494, en la villa de Legamiel, cerca de la ciudad de Huete, y fue hijo de Mateo Hernández y de Catalina Sánchez, no se sabe donde hizo sus estudios y recibió las órdenes religiosas. A los 41 años, vino a América, después de haber recorrido España, Italia y Flandes, tal vez en el ejercicio de su ministerio. Según consta de una deposición prestada en Lima a 4 de marzo de 1552, testigo en una información de servicios del Licenciado Gaspar de Espinosa, seguida por el hijo de ese como 20 años atrás. Molina paso del Cuzco a Lima y desde esta ciudad dirigió una carta al rey en 12 de junio de 1539, junto con la cual enviaba “por dibujo todo el camino que D. Diego de Almagro anduvo y descubrió; que desde tumbes, que es en tres grados hasta el rio Maule, que estas en treinta y nueve grados que hay por tierra mil e veinte y cuatro leguas, sin lo que desde Panamá hasta Tumbes descubrió y mas figuradas la naciones, y gentes, trajes, propiedades, ritos y ceremonias cada cual en su manera de vivir. En 1551 doña Francisca Pizarro hija del Marques, le instituye capellán de una capellanía mandada fundar por su padre, y en que doña Francisca le llama el Chantre Cristóbal de Molina. Parece que Molina estuvo en la conquista de Cuyo, ordenada por D. García en 1561, pues en el reparto de solares hecho por el Capitán Pedro de Castillo, se asignan al Padre Molina dos solares inmediatos al terreno señalado para convento de dominicos. Aunque el clérigo Cristóbal de Molina estuvo en el Cuzco, vivió en Lima, fue dignidad de la Metropolitana de Charcas y figura como vecino de Mendoza, puede decirse que el verdadero lugar de su residencia fue Santiago. Estuvo allí primero con Almagro, luego regreso con D. García Hurtado de Mendoza; a raíz de un problema, volvió a Lima, y luego regreso a Chile donde entrego su alma al Creador. Fue Cura en Santiago, Vicario General, y So-chantre de la de la Catedral de aquella ciudad, cuando se erigió el obispado. Siendo Vicario General en Santiago por el señor González Marmolejo, por impedimento de este, a principios de 1563, un fraile dominicano llamado Fray Gil González de San Nicolás vertió ciertas herejías en el pulpito, en presencia del Vicario.

No hay comentarios:

Publicar un comentario